domingo, 6 de agosto de 2017

La contemplación, el amor y la luz

El polvo se alzaba a través de la humedad, brillando en la tenue luminosidad que atrevida debelaba su naturaleza, pequeñas partículas blancas. El "clac" de una gota resonaba en el fondo, mientras el ámbar de un sol artificial alumbraba el rocío de su piel. Cada uno de los sutiles y benévolos restos de agua destellaban en su terrosa tez. Podía observar uno a uno los bellos de si, pequeños flajelos levantados hacía el infinito, extendiendo sus pilosidades para la luz. 

Clac...

Un pequeño charco rebosaba con el agua que caía de su oscuro cabello y jugaba a ondear con la brisa y el fluorescente ambar.

La complejidad de un día normal, la contemplación de lo banal. No era necesario un otro o alguna influencia tóxica, simplemente la magia de la luz. Fue entonces cuándo vislumbró, la contemplación como elemento necesario para el amor. El uso de la contemplación en su cuerpo: de los mínimos detalles en su rostro, la exaltación de sus dedos y de cada una de las líneas que enmarcan sus manos. La única forma en que se acomodan sus cejas o como cae su cabello. La línea que arma su sonrisa y los ademanes resueltos nada más para aquel ser. La contemplación del glorioso recorrido que hacen sus manos en la silueta de un otro.

Clac...

Y comprendió, de la contemplación al amor sólo hay un paso: la luz...


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