jueves, 26 de enero de 2017

Lo que un día me contó la Luna


La luna los miraba, como la primera vez en que los conoció. Pero esta Luna era diferente, menos cálida y más lejana, ajena. Esta Luna parecía despedirlos, poniéndoles puntos suspensivos sobre sus cabezas. Trataba de no mirar demasiado para no incomodarlos, pero era inevitable, algo sucedía justo bajo su halo plateado. La cabeza gacha de ambos, no mentía. 

Allí, en tierra, los brazos cálidos de èl, rodeaban a la chica haciéndola sentir un poco más segura, mientras se preguntaba... ¿Y, ahora...? Al parecer, su cabeza era un caos, no había nada seguro, más que esa sensación en el pecho, ese latir desacompasado del corazón, esa incertidumbre.  


Sus expectativas estaban rotas, lo que había imaginado era diferente a la realidad, pero aun así podía aceptarlo, se sentía extrañamente atraída por ello. ¿La razón? Luna aún no logra descubrirlo. Pero cuenta que la ha visto derramar lágrimas cuando habla sobre aquella realidad seductora, cuando recuerda su oscuro cabello y su blanca sonrisa o la forma en que sus abrazos rodeaban su cuerpo, incluso la forma graciosa en que hablaba, la manera en que era ella cuando estaba junto a él, lo que conoció de sí gracias a los ojos  que hoy la despiden. También parece haber sollozado por aquellos momentos extraños, en los que no lograba entenderlo, cuando todo parecía indicar que era el fin, cuando su comportamiento era diferente a sus palabras. Esas veces cuando su "libertad" parecía dolerle, cuando sentía que se perdía en aquella incertidumbre, cuando la inseguridad comenzó a carcomerla y su idea del amor comenzaba a distorsionarse.

Sobre él no dice mucho, siempre fue mejor descifrándolas. Pero me ha contado que, él parecía desconcertado, pensativo, realista, analítico, ensimismado, estoico. Cuenta que a veces asemeja cargar con un caparazón que impide a otros acercarse, por mucho que quieran suelen ser proyectados hacia el exterior como gotas que se estrellan en un parabrisas, mientras este continúa a toda velocidad su camino sin ser consciente de ellas, descomponiéndolas en muchos pedazos. Otras veces es como si sus pies se hundieran en cemento y le impidieran seguir, transformarse, refugiándose solo en él.   

A veces, me dice, le gustaría hablarles y decirles que el: "Dolor es inevitable, pero el sufrimiento es voluntario".  Cree que a ambos lo necesitan y se pregunta: "¿Esto es querer?, ¿Siempre es así?, ¿Esto les depara a todos?, ¿Esas sensación de desasosiego es, extrañar?, ¿Esto es vivir?.


Yo no sé que decirle, sólo soy una nube que se ha enamorado. Soy una nube enamorada de la Luna.