Con el brillo del sol muriendo frente a mi cara iluminando toda la
habitación con su resplandeciente luz dorada, el sonido de las olas y la
melodía de una queda guitarra recordaba tus abrazos sobre el mar, la
brisa que golpeaba con desdén nuestros rostros y los ojos empapados de
lágrimas interrumpidas de felicidad, la ligereza de la composición
evocaba la frescura del agua posando frente a nosotros, los viejos
violines y su canto regresan a aquella tarde soleada en la que el sol
murió frente a nosotros mientras consumíamos los últimos momentos junto
con él, sabiendo que terminaba pero con la grata sensación de haber
estado ahí mirándolo hasta haberse extinguido sobre el horizonte.
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