miércoles, 5 de agosto de 2020

Buenas noches


 
Las noches en vela se habían vuelto más cotidianas, el soliloquio interior parecía una marea que llegaba desafortunada a un eterno mar, sin un barco que pudiera surcarlas, ni una playa a dónde arribar o peñascos con los que chocar, no había nada más que un mar. El eterno océano de las palabras, de los pensamientos sin control, de la rumiación y el desenfreno.


¿Los temas? Siempre había algo nuevo que contar. A veces era el calor que emanaba de su espalda, que se escurría entre su cabello y bajaba en forma de  respiración. Otras, eran las luces, aquellas que tanto brillaban y se cuestionaba sobre su origen, lejanas podían mirarse desde la ventana, contando historias de algún incauto en desvelo. Algunos días la plática se volvía seria y planeaba su vida desde la calma de la noche o peleaba contra quienes no había tenido las palabras para enfrentar, ¿qué tal ahora?, entre el sigilo de la noche, con la oscuridad como aliado y el anonimato mudo como arma.
Sin duda aquellas horas eran largas, interminables y paradójicas. Mientras el ambiente evocaba la calma precisa para un buen descanso, su cabeza avanzaba a mil por ahora, así como los mensajes de texto que espera recibir. Con la diferencia de que aquellos si llegaban.


¿Cuándo encontraría la calma dentro de la vorágine que es ella? Al parecer su mar no tenía esa respuesta.


4.50 am: Recuerdos, era el momento de un tema nuevo.


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