Ligero,
te deslizabas entre el tumulto, tus ojos dos grandes ráfagas de locura me
miraban fijamente, de sonrisa pícara y aterciopelados labios. Siguiendo el
ritmo palpitante de la oscuridad que imantaba nuestros cuerpos, seducidos por
la pérfida noche, nos acercamos lentamente. La adrenalina corría, viajaba a
través del torrente sanguíneo, múltiples sensaciones. Tu negro, yo blanco. La
experiencia, la inocencia. Pasión, Razón. Una explosión de éxtasis, tus manos guiabanme despacio, sin prisa,
lentas, tibias nublaban mi juicio. El golpeteo del corazón a través de mi pecho
impedía el poder escuchar los susurros de la racionalidad, la lluvia
imperceptible se evaporaba al hacer contacto con tu dorada tez...
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