El pasado 8 de marzo 200,000 mujeres marcharon uniéndose en una. Realmente no había
sentido la conexión con el movimiento hasta ese fin de semana.
Tal vez la negación de lo vivido, la ignorancia o el miedo a pensar diferente, a salir del molde.
Pero esta vez, tenía ganas de unirme, de gritar. De sentirme indignada, de mí mísma.
Indignada de la vida. Indignada de mi inacción.
Conmovida y buscando fuerza, que hasta ahora no he encontrado. Las miro y pienso que
más que un movimiento social, puede ser una ventana para quienes como yo, necesitamos
la fuerza del grupo, la voz de la otra que ya se ha encontrado.
Conmovida, por que las mujeres estamos despertando y buscando nuevas formas de vivir.
Y ellos, muchos de ellos aún no han despertado, aún no han encontrado esos espacios, aún
no se han indignado con ellos mismos.
Sin duda, aún necesitamos repensarnos, no como ellas y ellos, si no como un nosotros,
como humanidad, como persona.
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